sábado, 20 de agosto de 2016
Alétheia
Hace calor, el calor del estío que propició nuestro encuentro. La luz en la estancia es tenue y se percibe un leve olor a jazmín. Suena una música ambiental, etérea, envolvente.
Me acerco a tu cuello para olerte, mis labios apenas te rozan y mi nariz inspira tu olor.
Te susurro que somos esclavos de nuestra vista y te propongo un juego, un juego en el que depositarás tu confianza en mí.
Aceptas y saco un antifaz, con él cubro tus ojos. No tienes visión, pero tus otros sentidos se intensifican: oído, olfato y tacto.
Empiezo a acariciarte tenuemente, las yemas de mis dedos apenas tocan tu piel, pero tu sensación con los ojos vendados, sin saber donde estoy y qué parte de tu cuerpo va ser acariciada, es muy intensa.
De las caricias paso a acercarme y rozar mi cuerpo con el tuyo, dejando que me huelas, que percibas mi olor, que me sientas...
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